La locura era un motivo frecuente en la literatura del
renacimiento, como prueban las obras de Ariosto y de Erasmo de Rotterdam. Don
Quijote actúa como un paranoico enloquecido por los libros de caballerías. Unos
lo consideran un loco rematado, otros creen que es un "loco
entreverado", con intervalos de lucidez. En general se admite que don
Quijote actúa como loco en lo concerniente a la caballería andante y razona con
sano juicio en lo demás. Don Quijote transforma la realidad y la acomoda a su
ficción caballeresca: imagina castillos donde hay ventas, ve gigantes en
molinos de viento y, cuando se produce el descalabro, también lo explica según
el código caballeresco: los malos encantadores le han escamoteado la realidad,
envidiosos de su gloria.
Pero Don Quijote es también un modelo de aspiración a un
ideal ético y estético de vida. Se hace caballero andante para defender la
justicia en el mundo y desde el principio aspira a ser personaje literario. En
suma, quiere hacer el bien y vivir la vida como una obra de arte. Se propone
acometer "todo aquello que pueda hacer perfecto y famoso a un andante caballero".
Por eso imita los modelos, entre los cuales el primero es Amadís de Gaula, a
quien don Quijote emula en la penitencia de Sierra Morena.
De ahí que Don Quijote provoque, como se ha señalado a
menudo, una sonrisa y una lágrima. Nos reímos de los disparates del caballero;
pero también sentimos la tristeza de ver fracasar su intento de realizar unos
ideales que deberían ser posibles.
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